La materialización del riesgo

Ahora que nuestro mundo parece estar desafiado desde todos los frentes comienzan a escucharse desde múltiples ángulos voces que, disfrazadas de nuevas, suenan a estrofas repetidas. Y, ¿qué está en juego realmente? Hay, en primer lugar, una realidad desagradable desde un punto de vista organizativo: el coste de no contener la respiración, como sociedad, como estados, como economía se ha comprobado inasumible. En regiones de España como Madrid o Castilla y León, las muertes de las ultimas semanas de Marzo han sido casi el doble comparadas con las totales promedio de los años previos.

El mundo en que vivimos en las ultimas décadas es ese en el que los aparatos llegan de China a precios ridículos, en el que los cereales del desayuno vienen de Brasil y las naranjas de Sudáfrica, porque no son tan dulces, pero son más baratas. Ese mundo al que, más que hiperconectado, podríamos referirnos como hiperdeslocalizado está plagado de ineficiencias y de riesgos latentes que comienzan a aflorar. La pandemia del COVID-19 comenzó en China, pero las zonas más afectadas no son las geográficamente más próximas al origen, si no las que mantienen unas relaciones comerciales más voluminosas, en una red de propagación que imita la de intercambios de mercancías y personas.

Mientras, en nuestras ciudades, en nuestros islotes en forma de salón-comedor-despacho miramos por la ventana como por los ojos de buey de un crucero, con la interrogación de cuándo podremos bajar. Pero no bajaremos en el mismo lugar en que comenzamos este viaje. Ojalá que no. Por mucho que los que vivían en la cúspide antes de todo esto se aferren a sus tronos de inversiones siempre crecientes, de precios que nunca bajan, de beneficios garantizados por quienes no participan de esos beneficios.

Solo quiero que esta vez sea de verdad diferente, solo quiero que se les deje caer. Yo solo quiero, por fin, la materialización del riesgo.

Se dirá que esto es circunstancial, no causado por nadie, que no se pudo anticipar y que por su excepcionalidad, es posible recurrir a medidas excepcionales. Pero se lleva haciendo lo mismo demasiado a menudo últimamente, en 1993, 2001, 2008, 2012... y eso viola la definición de excepcional. Muchos perderemos nuestros trabajos, muchos negocios dejarán de ser viables, muchas empresas se verán abocadas a la bancarrota, muchas inversiones se convertirán en algo de lo que arrepentirse. Y ese es el curso natural de las cosas, ese es el reverso de la moneda. Y no hay moneda sin su segunda cara. La calamidad en que deriva el exceso de confianza y de la falta de previsión solo se puede aplazar a costa de empeorarla o distribuirla hacia otros. Sí, es un remolino al que los bancos centrales nos empujaron, con sus intereses baratos que convierten hasta la alta costura para perros era una inversión viable.

Al fin, qué debemos temer? Tarde o temprano llegará la hora de afrontar que no es viable tener un tejido productivo tan atrofiado que nos obligue a rogar a la otra esquina del mundo que nos envíe un pedazo de tela con una goma. Hay empresas que deben pagar sus ineficiencias, sus ansias de no cambiar, de subirse al carro de toda moda y comprar cada buzzword. Hay organizaciones que deben asumir el coste de poner al mando amigos, empresaurios y vendedores sin escrúpulos mientras suprimen el talento de su fuerza de trabajo. Hay aseguradoras a las que le ha llegado el momento de pagar después de todo este tiempo de recolectar cuotas. Y cuando las empresas quiebran, sí, una parte de los trabajadores son despedidos, pero solo la parte sobredimensionada. Lo que cambia completamente es la propiedad de la compañía, que reconocerá que los errores del pasado no son gratis, mientras los antiguos dueños y decisores tendrán que dejar de disfrutar de sus privilegios y ser marcados con la vergüenza de haber quebrado la compañía. Los trabajadores, unos serán mantenidos, otros indemnizados y todos mantendrán la experiencia y el conocimiento que hayan adquirido.

Y desde fuera? Cuando una compañía afronta dificultades, la salida pasa por ofrecer más por menos a sus clientes. Cuando un un sector como el de la vivienda genera beneficios a base de vender más volumen y más caro, lo que yo deseo como comprador es que se vea forzada a vender más barato, no que venga el estado a poner con mis impuestos el dinero que le falta al promotor para venderme al precio que a él le permite mantener su nivel de vida. El estado no está para que los precios nunca bajen bajo amenaza de que las empresas despidan a los trabajadores como si los mantuvieran en calidad de rehenes, o de que los inversores se vayan a otra economía. Cuando las personas van a un país han de aceptar normas y reglas, y no es distinto para las empresas salvo que se esté dispuesto a convertirse en el Magaluf de las multinacionales.

Cuando una empresa quiebra es porque no es capaz de estar a la altura, porque su tiempo ha pasado, pero la necesidad de sus clientes no desaparece, si no que se llena por otros actores que ofrecen algo más relevante en mejores condiciones. Y de esas hay muchas, lideradas por personas con talento y visión a las que lo único que les falta es no ser una amenaza para las ya establecidas. Es por eso que al fin ha de perderse el miedo que alimentan sus telediarios y sus medios y, sin más, dejarles caer como una sociedad post-adolescente.

Pero ya están preparando el terreno, clamando a la excepcionalidad del momento, al esfuerzo que el país está realizando. Lo venden como si el favor es con nosotros, pero a la hora de distribuir el desahogo fiscal, los planes de estímulo, siempre es el banco central quien canaliza cifras de dinero inabarcables hacia los bancos privados, que utilizan para adquirir deuda de estados a un interés moderado si prometen privatizar servicios públicos. Y los estados no lo distribuyen a sus ciudadanos sin más, si no que gran parte es canalizado a través de crédito y exenciones fiscales a empresas. Y para quien tenga suerte, una de esas empresas le hará un contratillo primero por 6 meses... Nos venderán una ayuda para la que los ciudadanos se encuentran al final de la cola y después pretenderán cobrar el crédito confiscando impuestos no progresivos, cobrando por servicios que antes eran públicos y elevando los precios de lo que no es opción no comprar.

Ese truco de trileros ya se ha visto antes. Un estado no es una economía familiar. Cuando un estado busca financiación es porque ha sido deliberadamente despojado de su soberanía monetaria. A quién le debe el país el dinero si es el estado quien es responsable de la emisión de moneda?. A quién le debe el Banco Central Europeo? A nadie le corresponde el cobro legítimo de tal deuda.

Desde el comienzo del brote del SARS-CoV, también un coronavirus con similitudes al de la epidemia en el sudeste asiático en 2003, no se ha desarrollado aún ninguna vacuna segura y eficaz. El actual SARS-CoV-2 es singularmente contagioso quizá por su largo periodo de incubación. Cualquier medida de control de propagación de la pandemia se toma a ciegas durante dos semanas hasta que se aprecien sus efectos, lo que obliga a ser tremendamente conservador en su gestión, bajo riesgo de enfrentarse a un periodo de propagación exponencial. Los primeros pasos hacia la normalidad estarán condicionados por la capacidad de detectar a los infectados y reducir la propagación mediante el uso indiscriminado de mascarillas. Siempre manteniendo la pandemia por debajo del límite de capacidad del sistema sanitario. Nada permite considerar que no se perderán al menos dos meses completos de actividad económica, lo que supone el 16% de la actividad anual. Nunca antes se afrontó una hecatombe económica de tales proporciones, siendo la caída más pronunciada del PIB en España un 3.8% anual, en 2009. Y aún así la alternativa es una pérdida irreparable en capital humano. El control de una pandemia con tal capacidad de propagación, ahora que ya los países económicamente más pesados e interconectados contabilizan millones de casos confirmados, no será fácil ni corto, y se cometerán errores que devuelvan todo meses atrás debido a liderazgos acostumbrados a tiempos de viento en popa.

Todo está en juego como nunca antes. Habrá miedo por qué más se podrá perder y duda en qué pensar, qué decidir. Sin embargo, hoy más que nunca es posible acercarse a personas sabias, contrastar datos e ideas, alejarse de la propaganda y de los que aprovechan nuestros sentimientos primarios en beneficio suyo. Durante las últimas décadas muchos han sentido vivir un universo en multicrisis, cuyos efectos aún no se han materializado en nuestra generación. Sin embargo, un cisne negro, un peligro devastador, improbable e imprevisible: un riesgo de cola larga, en términos estadísticos, está aquí ya. Por eso todo está en juego como nunca antes y nada de lo que hacemos y somos como individuos y sociedad ha tenido tanta repercusión como ahora. Y lo que yo quiero es la materialización del riesgo, que ponga en su sitio a cada uno. Porque, sí, los débiles siempre son quienes peores opciones tienen, pero también los egoístas sin escrúpulos que han abusado sin pensar en los demás ni en mañana encuentran hoy su existencia más amenazada que nunca. Los sistemas siempre avanzan en una alternancia de creación y destrucción, y avanzaremos a través de este tiempo indeseable que nos corresponde dejando atrás lo viejo y podrido o lo incipiente y limpio. Todo depende qué se destruya. Por eso la dulce posibilidad de un gran paso hacia una sociedad más solidaria, más lúcida y valiente, menos deslocalizada en desechables y caprichos, más hiperconectada en ideas y en lo que realmente vale la pena, esa posibilidad está ahora más cerca que antes.

Cuidaos, mucho ánimo y dejémosles caer.

What Does yin-yang Mean? | Pop Culture by Dictionary.com

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