El Ángel de Comillas
Yo
soy presencia hecha piedra:
por
mis venas, que son piedra,
fluye
interminable mi latir,
que
es piedra.
Yo
soy el centro de la niebla circundante
de
la oscuridad perenne que es el tiempo
librado
de su prescindible latir.
Yo
soy la mano empuñando la espada
alas
desplegadas para no volar
fuerza
hecha mirada que, de piedra,
atraviesa
transparentes los corazones,
que
se estrella en la manifiesta evidencia de las almas.
Vosotros
venís a mí
ofreciendo
esas insignificantes lágrimas efímeras
por
un puñado de lo que llamáis pasado.
Pero
nunca os corresponde.
Los
ojos ciegos no ven más que
besos
y caricias degenerando en polvo y ruinas;
y
mis manos se quieren apagar
de
sostener vuestros gigantes olvidos
mientras
me abrazan los amores que ponéis en pie
y,
un día, de repente, negáis.
Pero
no se apagan, son de piedra.
Yo
soy luz detenida,
mi
materia es viento atrapado
y
el rugir condensado de las olas a mi espalda.
Yo
soy un manojo de mentiras,
de
cosas que no son yo,
y
en eso nos parecemos,
para
que veáis que estoy.
Yo
soy quien os espera
quien
os abrirá las puertas
del
que siempre ha sido vuestro hogar.
Sólo
entonces dejaréis de negar
la
ceguera de que un minuto es distinto de un siglo
el
antes otra cosa que el ahora o el después,
que
la piedra es efímera
y
que, vosotros como yo, sois piedra.
El Ángel Exterminador (1895). Escultura existente en el cementerio de Comillas (Cantabria).
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