Yo soy presencia hecha piedra: por mis venas, que son piedra, fluye interminable mi latir, que es piedra. Yo soy el centro de la niebla circundante de la oscuridad perenne que es el tiempo librado de su prescindible latir. Yo soy la mano empuñando la espada alas desplegadas para no volar fuerza hecha mirada que, de piedra, atraviesa transparentes los corazones, que se estrella en la manifiesta evidencia de las almas. Vosotros venís a mí ofreciendo esas insignificantes lágrimas efímeras por un puñado de lo que llamáis pasado. Pero nunca os corresponde. Los ojos ciegos no ven más que besos y caricias degenerando en polvo y ruinas; y mis manos se quieren apagar de sostener vuestros gigantes olvidos mientras me abrazan los amores que ponéis en pie y, un día, de repente, negáis. Pero no se apagan, son de piedra. Yo soy luz detenida, mi materia es vie...
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