Poco antes de Helena
HabÃa transcurrido tanto tiempo que a menudo dudaba si se habrÃa ido para no volver. Sin embargo, estaba dormida. Tan pronto como posé mi mano sobre su frente la reconocà sin lugar a dudas como a un amigo de la infancia. A veces es suficiente nada más que un soplo de ternura de esos sabios sobre cuyos corazones los siglos no amontonan polvo para llenar de aire nuevo las estancias de la casa. Y como estaba tan dulcemente dormida no querÃa yo despertarla, solo recordar los arrolladores latidos que nadie salvo ella puede desplegar como si el mundo entero se fuese a resquebrajar. Asà es ella, asà es la fuerza que ansÃa atrapar la vida entre las manos, ese deseo que yo he abrazado tan a dentro en mi pecho, que conozco tan bien a pesar de no saber a ciencia cierta si quiera su nombre. Durante años corrimos por las avenidas y reÃmos en las madrugadas, nos burlamos del destino y perseguimos secretos que quizá nunca hubieron nacido. Identificamos espadas como labios y nos prometimos la destrucción o el amor. Pero, siendo el fuego su naturaleza, cada minuto nuestro nacÃa para sernos arrebatado y una vez los hubimos agotado, me abandonó a penas como se deja atrás un puñado de rescoldos tibios.
Lo puro y verdadero no está sujeto a las circustancias y lo que es es siempre. Por eso comprendà que no habÃa desaparecido, simplemente que nunca fue mÃa: más bien me concedÃo un baile. Aún asÃ, en mi corazón habÃa dejado las pistas que me llevarÃan de vuelta a ella, que me permitirÃan reconocer sus huellas, distinguir los ojos de los vivos de los ojos de los deshabitados. Y desde que conocà a tu madre me muestra tras las ventanas de su alma la luz que mantiene encendida dÃa y noche. Nada sucede si no es inevitable, pero son los vivos quienes lo ansÃan, abrazando cada destino como queriendo aplastarlo contra un presente del que todavÃa nos resistimos soltar su mano. No hay amor que no dé fruto, igual que no hay amor en la oscuridad. Asà un dÃa comprenderás por qué te llamamos Helena.
Asomado a este misterioso abismo de la creación, miro absorto el remolino mágico que, como los latidos del universo mismo, gira primero hacia a dentro y luego hacia fuera una y otra vez. Fascinado por este vals inmenso de la dualidad, llevo observando todo este tiempo cómo cambia lo viejo por lo nuevo, lo pequeño por lo grande, lo vacÃo por lo que llena los corazones. Y de nuevo el deseo de vivir siembra su primavera, esta vez entre tus diminutas manos para las que todo es comienzo. No conoces aún su nombre, pero las certezas son instantáneas y tú descubrirás que hay todo un océano ahà fuera esperando que lo nades, que hay un horizonte inalcanzable tras el que se esconde todo lo demás, que nunca se está solo, que alrededor siempre te abraza tanto amor como quepa en tu pecho y que todos los secretos viven ya dentro de ti, enredados en el silencio que solo a ti pertenece.
Un puñado de veces creà que nunca podrÃa el universo ante mis ojos ser más pleno y en todas ellas me equivoqué. Sin embargo, solamente al borde de conocerte descubrà que todo lo que he aprendido, lo estaba he estado aprendiendo para ti.
Madrid, 31 de Mayo de 2019
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