A veces observamos (5)
Conclusión
En
un mundo donde no sé a ciencia cierta si todo lo que veo y toco,
todo lo que pulula alrededor comprendo que no puedo asegurar nada
acerca de ello, no sé si es de verdad o es sólo una película que
proyecta mi pequeña cabecita que poco tiene que ver con lo que hay
alrededor, resulta que lo único que puedo afirmar, con toda
seguridad de no estar diciendo otra estupidez más, es que realmente
estoy viendo la película: que existo. Y resulta ahora que no sólo
hay carne, neuronas y pensamiento pretendiendo mantenerse durante
unos años y transmitir información genética a otra generación.
Hay alguien mirando todo esto. Ese alguien, yo, soy capaz de captar,
observar evidencias, de experimentar cosas que no puedo comprender
como mi intelecto hace con lo racional en las ciencias, pero me da
igual porque no necesito explicarlas ni demostrarlas. En el campo de
lo evidente es todo tan evidente... que no hace falta ceñirse a la
lógica. Además, al observar, me acerco tanto que me siento
identificado, soy parte de lo que se ofrece frente a mi y es parte
ello de mi, y, a la vez, me alejo hasta ver las cosas simplificadas y
claras. Me han llamado tacaño por disfrutar de las cosas gratis.
Pero lo curioso es que disfruto de ser, de notar esa llama. No se por
qué, pero resulta agradable existir, y ver un universo que no es
indiferente a esta llama debido al intercambio de luz. Mirando,
siento algo que nada tiene que ver con el vacío, si no con
conexiones que no puedo demostrar, verdades que no permito que nada
ni nadie niegue por tenerlas aquí mismo, en la punta de mis dedos.
Incluso intuyo mucho más, y deseo observar todas las evidencias que
cada hombre y mujer puede palpar: su identidad, su evidencia de
existir más allá de los dioses, las razones y demostraciones, las
cosas que compramos, todos ellos atándonos un mundo, casi vacío,
sólo superficie de un volumen delicioso al que el ser humano tiene
acceso gratis. Y observarlo para que permee en el mundo por el que
correteamos sin saber para qué, para que impregne la realidad para
no se en ella simples marionetas, si no humanos cayendo en la cuenta
de que lo menos estúpido en que se puede pasar estos años que vamos
a gastar sitio en el mundo es imprimir en él nuestro carácter
humano, manifestar la identidad con las manos y las decisiones.
Porque así no será un devenir de actos vacíos, si no la
construcción de las verdades que el hombre lleva en él y que nota
palpitar, cuando, a veces, observamos.
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