Volcán, la seducción del poder
Ahí va un primer fragmento de "Volcán, la seducción del poder", uno de los relatos más modernos del momento:
Volcán
La lava yacía en el fondo del cráter rebosante del poder abrasador que los milenios le atribuyeron. Todo lo que se respiraba fue el enrarecido aire que, quemando las gargantas de quienes allí se asomaban, embriagaba sulfurosamente La Sagrada Kumba: discreta pero suficiente plataforma que el volcán construyó coronando la cresta de su pequeño cráter. Frente a ella, en el extremo opuesto todos callaban clavando sus ojos en la figura de Bogadum, quien presidía solemnemente la sagrada roca. El silencioso grupo de asistentes podía distinguir desde la otra orilla perfectamente la corona de exuberantes plumas de colores y los gigantes pendientes que envolvían sus orejas tirando de ellas hacia el suelo, a pesar de las fluctuaciones en la imagen debidas su paso a través del bullente gas emanado. Dos ramas, unos frutos y una importante pieza de algún tipo de tela se soltaron de sus manos, tras unos gestos lentos y mil veces repetidos, precipitándose sobre la lava, a la que llegaron ya en llamas; unas manos místicas las de Bogadum, chamán de la tribu.
-¡Traed a la virgen!
Los asistentes abrieron los ojos hasta quedarles totalmente redondos mientras las burbujas de magma a penas se atrevían a romper tan tensa calma. Tras pocos e interminables segundos, cada uno de ellos clamor horrible de tragedia, apareció de la mano de un hombre una mujer desuda y fue entregada al chamán sobre La Sagrada Kumba. Caminaba temblando seguida del chamán por la estrecha senda suspendida sin dejar la vista caer al fondo del cráter y, aún así, resultaba tan irresistible el balanceo de sus caderas y la exquisitez de sus hombros descubiertos que bien merecería la lava poner los labios sobre ella una sola vez. Bogadum pronunciaba la oración tras ella y al levantar sus ojos pudo observar al público desternillándose de risa.
-¡Mirad, eso es lo más parecido a una virgen que han encontrado! –Gritaba entre carcajadas una de las voces. Los ojos del chamán se clavaron en la multitud, redondos como platos.
-¿Y por qué no echamos a la lava a la madre de la muchacha, por ejemplo? Le servirá igual, ¿no?
Las llamas parecían brotar ahora de los ojos de Bogadum, las risotadas eran cada vez más extravagantes, los chiquillos gritaban delicadas bromas y se contoneaban en gestos obscenos y burlones agitando sus pelvis alante y atrás, las mujeres abofeteaban a unos maridos a los que no eran capaces de reprimir en su frenesí de comentarios sarcásticos con relación a la mujer y a sus escarceos con varios muchachos y no muchachos del clan y no del clan, cientos de dedos de manos diestras y zurdas la apuntaban con las mandíbulas desencajadas. La joven, cuyo nombre omitiremos, sollozaba avergonzada en el hombro de Bogadum, mientras su madre se arrojaba desesperada a la fosa incandescente buscando consuelo.
-¡Quemadme, echadme al condenado volcán¡ ¡Quemadme! –Chillaba enloquecida en brazos del maestro de ceremonias la joven, cuyo nombre omitiremos.
-Llevadla. No vale. –Indica el chamán a su ayudante con tono desesperado. Si por él fuera, le saldrían de la boca tantos juramentos a la vez que no habría gente en la isla para escucharlos todos y se asomaría a La Sagrada Kumba para soltar una dorada micción sobre la lava de este maldito volcán. A ver si se enfada ya de una vez por todas ese estúpido Dios Baluda y manda a todos estos guachivaches viciosos al cuerno!
-Maestro, – se escandaliza Kasdalum, el no muy aventajado ayudante – ¿no hablará de corazón todas esas cosas que suenan como blasfemias?
-Llévatela. ¡Llévate este demonio de mi vista, copón!
La mirada de Bogadum apuntaba perdida a la muchedumbre con la cabeza repleta de yo que sé qué pecados horripilantes y blasfemias impronunciables. La joven se alejaba revolviéndose en los brazos del poco aventajado voceando que por favor la arrojaran, que la arrojaran al madito volcán.
Volcán: La seducción del poder
El sol se dirige ya hacia el cenit para empezar a desplomarse desde lo alto del cielo, pero aún no es más que una agradable caricia sobre los cuellos y los torsos de la tribu Tchele-Manele y sus archivecinos enemigos, los Quintana-Quintana. Sencillos y ancestrales habitantes de una isla tropical común, rodeando un volcán común, en medio de un lugar común del océano. Vida cotidiana y casi apacible a los pies del monte de fuego que, además de ser dios, se hace llamar Baluda, padre de la Isla Kamela, de las dos tribus y dueño de todo lo que por su isla brote, merodee o se deje caer, ya sean cocos, piñas, troncos o los deseadísimos cerdos. Claro, que como el dios volcán no puede disfrutar de toda esta exhuberancia que brinda con divinidad al mundo, pues les cede a nuestras tribus el derecho de su disfrute. Aunque ni siquiera los volcanes dan nada gratis... Desde luego, lo importante ahora es que el sol se dirige al cenit porque, un poco avanzada la mañana no es adecuado trabajar en la tribu agraciada de los Tchele-Manele, exponerse a los peligrosos rayos y al agotador calor del mediodía. Con un par de horas es más que suficiente, y lo que no dé tiempo hoy, más adelante se hará.
Quizá continuará...
http://www.youtube.com/watch?v=42oHjlEnuPM&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=yZwFdQc3UIs
Volcán
La lava yacía en el fondo del cráter rebosante del poder abrasador que los milenios le atribuyeron. Todo lo que se respiraba fue el enrarecido aire que, quemando las gargantas de quienes allí se asomaban, embriagaba sulfurosamente La Sagrada Kumba: discreta pero suficiente plataforma que el volcán construyó coronando la cresta de su pequeño cráter. Frente a ella, en el extremo opuesto todos callaban clavando sus ojos en la figura de Bogadum, quien presidía solemnemente la sagrada roca. El silencioso grupo de asistentes podía distinguir desde la otra orilla perfectamente la corona de exuberantes plumas de colores y los gigantes pendientes que envolvían sus orejas tirando de ellas hacia el suelo, a pesar de las fluctuaciones en la imagen debidas su paso a través del bullente gas emanado. Dos ramas, unos frutos y una importante pieza de algún tipo de tela se soltaron de sus manos, tras unos gestos lentos y mil veces repetidos, precipitándose sobre la lava, a la que llegaron ya en llamas; unas manos místicas las de Bogadum, chamán de la tribu.
-¡Traed a la virgen!
Los asistentes abrieron los ojos hasta quedarles totalmente redondos mientras las burbujas de magma a penas se atrevían a romper tan tensa calma. Tras pocos e interminables segundos, cada uno de ellos clamor horrible de tragedia, apareció de la mano de un hombre una mujer desuda y fue entregada al chamán sobre La Sagrada Kumba. Caminaba temblando seguida del chamán por la estrecha senda suspendida sin dejar la vista caer al fondo del cráter y, aún así, resultaba tan irresistible el balanceo de sus caderas y la exquisitez de sus hombros descubiertos que bien merecería la lava poner los labios sobre ella una sola vez. Bogadum pronunciaba la oración tras ella y al levantar sus ojos pudo observar al público desternillándose de risa.
-¡Mirad, eso es lo más parecido a una virgen que han encontrado! –Gritaba entre carcajadas una de las voces. Los ojos del chamán se clavaron en la multitud, redondos como platos.
-¿Y por qué no echamos a la lava a la madre de la muchacha, por ejemplo? Le servirá igual, ¿no?
Las llamas parecían brotar ahora de los ojos de Bogadum, las risotadas eran cada vez más extravagantes, los chiquillos gritaban delicadas bromas y se contoneaban en gestos obscenos y burlones agitando sus pelvis alante y atrás, las mujeres abofeteaban a unos maridos a los que no eran capaces de reprimir en su frenesí de comentarios sarcásticos con relación a la mujer y a sus escarceos con varios muchachos y no muchachos del clan y no del clan, cientos de dedos de manos diestras y zurdas la apuntaban con las mandíbulas desencajadas. La joven, cuyo nombre omitiremos, sollozaba avergonzada en el hombro de Bogadum, mientras su madre se arrojaba desesperada a la fosa incandescente buscando consuelo.
-¡Quemadme, echadme al condenado volcán¡ ¡Quemadme! –Chillaba enloquecida en brazos del maestro de ceremonias la joven, cuyo nombre omitiremos.
-Llevadla. No vale. –Indica el chamán a su ayudante con tono desesperado. Si por él fuera, le saldrían de la boca tantos juramentos a la vez que no habría gente en la isla para escucharlos todos y se asomaría a La Sagrada Kumba para soltar una dorada micción sobre la lava de este maldito volcán. A ver si se enfada ya de una vez por todas ese estúpido Dios Baluda y manda a todos estos guachivaches viciosos al cuerno!
-Maestro, – se escandaliza Kasdalum, el no muy aventajado ayudante – ¿no hablará de corazón todas esas cosas que suenan como blasfemias?
-Llévatela. ¡Llévate este demonio de mi vista, copón!
La mirada de Bogadum apuntaba perdida a la muchedumbre con la cabeza repleta de yo que sé qué pecados horripilantes y blasfemias impronunciables. La joven se alejaba revolviéndose en los brazos del poco aventajado voceando que por favor la arrojaran, que la arrojaran al madito volcán.
Volcán: La seducción del poder
El sol se dirige ya hacia el cenit para empezar a desplomarse desde lo alto del cielo, pero aún no es más que una agradable caricia sobre los cuellos y los torsos de la tribu Tchele-Manele y sus archivecinos enemigos, los Quintana-Quintana. Sencillos y ancestrales habitantes de una isla tropical común, rodeando un volcán común, en medio de un lugar común del océano. Vida cotidiana y casi apacible a los pies del monte de fuego que, además de ser dios, se hace llamar Baluda, padre de la Isla Kamela, de las dos tribus y dueño de todo lo que por su isla brote, merodee o se deje caer, ya sean cocos, piñas, troncos o los deseadísimos cerdos. Claro, que como el dios volcán no puede disfrutar de toda esta exhuberancia que brinda con divinidad al mundo, pues les cede a nuestras tribus el derecho de su disfrute. Aunque ni siquiera los volcanes dan nada gratis... Desde luego, lo importante ahora es que el sol se dirige al cenit porque, un poco avanzada la mañana no es adecuado trabajar en la tribu agraciada de los Tchele-Manele, exponerse a los peligrosos rayos y al agotador calor del mediodía. Con un par de horas es más que suficiente, y lo que no dé tiempo hoy, más adelante se hará.
Quizá continuará...
http://www.youtube.com/watch?v=42oHjlEnuPM&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=yZwFdQc3UIs
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