Inventa un hueco, y coloca en él un golpe inolvidable
Vive cada minuto solo para ello. Deja que la obsesión te guíe como una sed que no se sacia. Persigue tu destino como si fuera una presa escurridiza, como si no fuese él quien te busca a ti. Desea que llegue el momento definitivo, imagínalo desde todos los ángulos, grábalo a fuego en el pecho; porque créeme que llegará, estés preparado o no.
Trabaja como si supieras que ya no hay tiempo suficiente, como si no doliera, como si las piernas aún no temblaran. Y no te detengas. Haz un hueco para el miedo, pues vendrá y necesitarás un lugar donde enterrarlo. Anticipa tus propias dudas, las que aún no te han asaltado, para que no te alcancen desprevenido. Deja todo lo demás a un lado y corre, corre como si buscaras desesperadamente, como si corriendo hacia ningún lugar se acercara más veloz el momento de la verdad. Corre hasta que se agote el resuello, hasta que sangren los pies, hasta que no quede ya sudor en tu espalda. Y aún no te detengas.
Abre los ojos. Sé lúcido. Sé sincero, pero misterioso. Amasa todos los secretos con avaricia. Esconde siempre un as en la manga y no aparezcas nunca sin una sorpresa escondida en una de las manos, pues no hay juego sin engaño. Y sé elegante.
Mira a los ojos. No mires a ningún otro sitio que no sea a sus ojos. Ahí está todo lo que necesitas ver. Trata de tú a tú, como se tratan los iguales, como se miran los que se pueden derrotar mutuamente. Respeta a tu enemigo por tener una determinación no más ligera que la tuya. Témele, por lo mismo que él te teme a ti. Desea con todo tu corazón derrotarlo. Asústale con tu serenidad, con tu delirio. Llena tu estómago de rabia y repulsión y de todo lo que te haga enloquecer; llena tu mente de calma e inspiración para dominar tu empuje. Siéntete fuerte, confía en tu esfuerzo, créete capaz de derribar lo que se ponga en tu camino. Cree en ti.
Tiembla de pensar que todo puede salir mal, tiembla porque duele de verdad. Desea que todo termine y abrázate al momento como si quisieras que no acabara nunca. Saborea tu sangre en los labios, deja que su sangre encienda tu corazón. No guardes fuerzas para después. No olvides que estás loco. Observa la escena en tercera persona: sé protagonista, narrador y espectador al mismo tiempo para ser consciente de cada detalle y de la totalidad. Paladea la sensación de que no olvidarás ese instante. Inventa un hueco, y coloca en él un golpe inolvidable.
Aquí se viene a luchar.
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